"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

sábado, 16 de junio de 2012

Rescate vergonzoso, de Manuel Castells en La Vanguardia 16-6-2012


OBSERVATORIO GLOBAL

Rajoy ha hecho el ridículo ante el mundo asegurando primero que España no necesitaba rescate, nacionalizando Bankia sin tener dinero para pagarla y, finalmente, apelando a un rescate diciendo que no era tal sino tan sólo ayuda financiera para los bancos y no al Gobierno, sin consecuencias sobre las políticas económicas. Siendo así que los fondos de recapitalización van al FROB, o sea al Gobierno, y que, como le han recordado desde la Comisión Europea, el Gobierno es el responsable en último término de la deuda contraída. Es más, la troika supervisora (BCE, CE y FMI) ha condicionado la continuidad del crédito de 100.000 millones al cumplimiento de objetivos macroeconómicos y a la continuidad de las “reformas” (léase más recortes de prestaciones sociales y empleo público). Alusiones irónicas al orgullo español, que se niega a aceptar la realidad de economía asistida (de hecho intervenida desde mayo del 2010), llenan páginas de la prensa internacional. Lo que sería simplemente un nuevo episodio tragicómico de nuestra impresentable clase política si no fuera porque tiene consecuencias graves sobre la credibilidad del rescate con relación a mercados e inversores. Así que tras haber hipotecado aún más el país, asumiendo desde el Estado la insolvencia de la gran mayoría de las instituciones financieras, la prima de riesgo sigue por encima de los 500 puntos de diferencial con Alemania y el tipo de interés de los bonos a diez años cerca del nivel de alarma del 7%. Y la jactancia de que hemos conseguido mejores condiciones que Grecia, Portugal e Irlanda ha provocado la lógica demanda de dichos socios de obtener condiciones equivalentes, reabriendo la negociación de sus rescates.

Es cierto, sin embargo, que la debilidad de la economía española no está en la economía propiamente dicha, una vez superada la burbuja inmobiliaria, sino en el nivel de endeudamiento privado, en la insolvencia de entidades financieras, de empresas y de hogares. Y como la huida hacia delante de Zapatero gastándose lo que no tenía para sostener la ficción de que no había crisis endeudó también al Estado, hemos acabado sepultados por esa masa de deuda cuyas proporciones ni siquiera se conocen por la opacidad de las instituciones financieras y por el trapicheo de las cuentas de gobiernos central y autonómicos. Deuda impagable en las actuales condiciones de recesión económica. Tanto más cuanto que el Gobierno se ha comprometido irresponsablemente a reducir el déficit público, que era del 8,9% del PIB en el 2011, al 3% en el 2014. Y aunque no será capaz de cumplirlo, simplemente hacer como que lo intenta implica redoblar recortes hasta dejarnos en los huesos e imponer condiciones draconianas a los trabajadores públicos y privados so pena de despido. De forma que el rescate de la banca se hace a través del Gobierno, gravando aún más los intereses de la deuda pública, que pagan los ciudadanos, endureciendo las condiciones sociales y laborales y profundizando la recesión por la caída de la demanda interna.

Lo único que aún mantiene el pulso económico es la actividad exportadora, pero con tendencia decreciente porque cae la demanda en la eurozona, nuestro mercado principal, y se cierra el grifo del crédito a las empresas. Es decir que el rescate de los bancos, indispensable para evitar una catástrofe financiera y un eventual corralito, se ha hecho de tal forma que agrava todavía más la situación de la economía real sin introducir perspectivas de salida de la crisis a corto plazo. Más aún: como no hay posibilidad de reducir el déficit al nivel que se ha prometido y como poco más se puede ya ajustar en condiciones laborales, ni siquiera es seguro que los controladores teutones acepten mantener hasta el final la línea de crédito de financiación bancaria. Y todo ello sin explicación honesta a los ciudadanos de cuáles son los datos del rescate ni sus implicaciones. Sin explicación del monumental fallo en las tareas de supervisión del Banco de España, dejando que su expresidente se vaya de rositas diciendo que nadie sabía la gravedad de la crisis (por cierto, yo sí…) y echándoles la culpa a los políticos. ¿Y por qué, entonces, no se explican los políticos? ¿Por qué no hacemos como en Islandia cuando, tras el colapso bancario del 2008, se convocaron nuevas elecciones porque banqueros y políticos habían tejido una madeja de intereses que no se podía desenredar?

Ante todo este sacrificio, todo este secretismo en aras de la supervivencia del euro y hasta de la UE, recordemos que hay diez países en la Unión que no están en el euro y que están mejor que la eurozona. ¿O es que el ideal europeo se reduce a la unión bancaria y monetaria? ¿Se está intentando crear una federación europea sin decirlo y sin someterlo a referéndum popular? Si la única salida de la crisis de la economía real a corto plazo es la exportación y la única forma inmediata de estimular la competitividad es devaluar saliendo del euro, habrá que elegir en su momento entre extinguirnos paulatinamente con un euromarco que no podemos sostener o reconvertirnos a la peseta y rehacer la economía y la vida con autonomía de país y gobernantes democráticos que acepten corregir un error histórico que benefició sobre todo al sistema financiero y a Alemania y su entorno. Como es Alemania quien de verdad necesita el euro, si lo quiere que pague por él mutualizando la deuda, invirtiendo en la reconstrucción económica de la periferia y compartiendo poder en las instituciones europeas. Federalismo sí, pero no en sentido único. Y si los ciudadanos tienen que sacrificarse por el euro, que se sepa por qué, que se abra un debate real, que se sepan los costes y los beneficios en lugar del actual terrorismo ideológico de amenazar con catástrofes innombrables a quienes se atreven a poner en duda el pensamiento único del euro. La disolución del euro es ahora la hipótesis más probable. Hagámoslo ordenadamente, en función de los intereses de los ciudadanos y bajo su control.

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